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El pueblo palestino vive un situación de injusticia, en un cruce de intereses, ya no solo del mundo occidental en el cual, por un lado EEUU apoya la política de abuso y ocupación desmedida de Israel y mientras, las democracias europeas no hacen frente al problema; únicamente se pierden en la burocracia de las Naciones Unidas.

El problema se agrava cuando la rama más radicalizada del islam pasa a ser la alternativa de muchos árabes palestinos y se dividen así las opiniones sobre el camino que se debe seguir para la paz justa, pero en cualquier caso controvertida, dado que Israel llevaría las de perder en temas como el agua, uso exclusivo de infraestructuras o comercio (tendrían competencia palestina, que hasta el momento frenan) así que sería difícil mantener el ritmo actual de crecimiento.
Además la polarización entre los países occidentales y los árabes; la “guerra contra el terrorismo” de EEUU y que supuestamente avala Europa, como parte de occidente que es, supone la subordinación del conflicto palestino- israelí a uno global en el que poco importan los derechos de un puñado de civiles.
Estos dos bloques que parecen políticamente antagónicos, son los que se nos muestran en la escasa información que nos llega del conflicto, básicamente reducida a números de muertos en cada uno de los bandos.
Sin embargo al rayar un poco en la superficie del problema, en historias de vida, una gran mayoría de palestinos solo quieren volver a su tierra, contar con derechos civiles, que se cumplan los derechos humanos y cesen los abusos.
Por otro lado se trata de una población que no ve la salida por ningún sitio más allá de la resistencia, de la lucha armada. Por desgracia las concesiones que se realizaron desde esta parte, al reconocer el estado israelí en la época de Yasser Arafat, por ejemplo, no obtuvieron respuesta significativa. Se trata de una sociedad que está creciendo bajo una gran presión psíquica, miseria y odio, lo cual podría llevar a que en generaciones venideras la situación empeorara considerablemente. Por no hablar de la pésima situación de millones de refugiados palestinos en otros países, árabes. Así que la sensación, en definitiva, es que los palestinos están realmente abandonados en su causa y únicamente reciben el apoyo “por compromiso” de las Naciones Unidas y por otro lado, de los sectores más radicales del islam que abanderan esa causa como una más en la lucha contra occidente y no realmente por una causa de dignidad humana y justicia histórica.
Los israelíes creen suya esa tierra “por mandato divino”, como en siglos atrás los reyes justificaban su legitimidad en una monarquía absoluta. La ocupación de estas tierras; su sueño. Les ha supuesto librar una guerra y una vez conseguida, conseguir ser uno de los países más avanzados del medio oriente tanto en industria como en agricultura gracias a la energía de su población y la incuestionable ayuda internacional.
Ahora que recientemente han celebrado su 60 aniversario, se podría decir que Israel nació de la guerra y ha vivido guerreando, pero nunca como hasta ahora había necesitado tanto la creación de un estado palestino como vía de supervivencia para el estado judío, que ahogando a los palestinos se ha visto envuelto en una espiral de violencia y barbaries, una espiral en la que su poder erradica del mismo miedo a ser aniquilados.